Capítulo 2
Su mirada era oscura y vacía.
La de ella, vacía y sin vida alguna.
La atmósfera en el estacionamiento era de un bochorno intenso.
La joven había visto con claridad a Viviana, pero en lugar de alejarse de manera discreta de Cipriano, se volvió aún más atrevida, rodeándole el cuello con los brazos y susurrándole algo al oído.
Viviana sintió en ese momento que aquella escena le quemaba dolorosamente los ojos.
Apartó enseguida la mirada, subió a su auto y arrancó sin volver a echar ni una sola ojeada hacia ellos.
Poco después de llegar a casa, escuchó cómo otro vehículo se detenía en la planta baja.
Estaba frente al gabinete de cristal del vestidor quitándose con cuidado el collar cuando de pronto sintió que un cuerpo alto y fuerte se aproximaba a su espalda; la presencia dominante de él inundó de inmediato todos sus sentidos.
Él apoyó ambas manos sobre el cristal del gabinete y se inclinó cuidadoso desde atrás para observar su rostro: —¿Estás acaso enojada?
Viviana no lo miró; por el contrario, con calma terminó de guardar el collar antes de responder con indiferencia: —Tan enojada que en ese momento podría matar a alguien. Será mejor que tengas cuidado conmigo.
Cipriano guardó silencio un instante antes de retomar la palabra: —La familia Herrera quiere asociarse con nosotros para desarrollar el proyecto de Mundo Creativo. Ya me he puesto en contacto con Yago Herrera, el hijo mayor de los Herrera. La señorita Susana es su hermana.
—¿Qué pasa, entonces que si no acompañas a su hermana él no coopera contigo?
—Viviana, estoy intentando darte una explicación. ¡No seas tan sarcástica!
—Creo que no hace falta que expliques nada. —Viviana finalmente giró la cabeza hacia él; su mirada sombría y penetrante parecía atravesarle hasta el alma: —Cipriano, si ya te aburriste de mí y quieres que otra mujer tome mi lugar en esta casa, pues dilo, que yo entonces puedo cedértelo sin problema alguno.
El rostro de Cipriano se ensombreció al instante: —¿Qué carajos acabas de decir?
Viviana suspiró: —Dije que podemos divorciarnos.
Ella lo empujó.
Intentó irse, pero él la jaló con fuerza de regreso. Cipriano le tomó la cara y, con tono amenazante, dijo: —Será mejor que ni siquiera pienses en algo así.
Viviana no respondió.
Ella no solo lo había pensado, ya lo había puesto en marcha.
Ella...
Ya no lo quería.
Cipriano permaneció en casa solo unas horas. Pero cerca de la medianoche, recibió una llamada y salió apresurado de nuevo. Viviana escuchó claramente que la voz al otro lado era femenina, suave y mimada, e incluso parecía estar llorando.
A la mañana siguiente, su abogada y amiga encargada del divorcio le envió una captura de pantalla. Era una publicación reciente de la joven novia de Cipriano: una bonita foto en la cima de una montaña en la que se vislumbraba amanecer, mostrando dos manos formando un corazón, una grande y otra pequeña. El texto decía: [Sintiendo los latidos de nuestros corazones en la dulzura del amanecer.]
Viviana reconoció enseguida aquella mano grande: era la de Cipriano.
Se quedó sentada sosteniendo una taza de agua durante largo rato.
Cuando finalmente dejó la taza sobre la mesa, esta emitió un sonido seco y claro. Viviana sintió en ese momento cómo algo en su interior se rompía aún más.
Durante los siguientes días, Cipriano tampoco regresó a casa.
Se vieron solo durante las reuniones de la empresa; él ocupaba el asiento principal, mientras ella se sentaba junto con los demás ejecutivos. Durante aquellas reuniones no intercambiaron ni una sola mirada.
Viviana tampoco subió a buscarlo.
En su tiempo libre se dedicó a buscar apartamentos, visitar propiedades y, de paso, vender todos los regalos que él le había dado a lo largo de los años: regalos de aniversario, cumpleaños, San Valentín, los regalos de la boda... Incluso su anillo de matrimonio.
Ya no lo quería más en su vida. ¿Para qué entonces conservar todas esas cosas que tan solo simbolizaban sentimientos dolorosos del pasado?
...
Por la noche, Julia Vargas, la gerente del Club de la Estrella, invitó a Viviana a divertirse en el club.
Eran casi las once; al principio no quería ir, pero considerando que luego de su divorcio tendría que abandonar el Grupo Financiero Horizonte y necesitaría contactos para comenzar su propio negocio, finalmente decidió asistir.
Tan pronto entró al club, Julia ya la esperaba en la entrada.
—Julia, puedo subir yo sola. ¿Para qué bajaste a recibirme?
Julia la tomó cariñosamente del brazo y la llevó hacia el ascensor: —Tenía miedo de que te perdieras. Nunca has venido aquí, ¿cierto?
Eso era cierto; nunca había estado en aquel lugar.
Al llegar arriba, Julia la condujo enseguida hasta un amplio salón privado. El salón estaba elegantemente dividido en dos.
Al entrar, Viviana notó que a un lado había gran cantidad de gente reunida, pero Julia no la llevó hacia aquel lado, sino al opuesto, donde solo estaba sentada una mujer que a ella le resultaba vagamente familiar. Parecía ser la novia de algún amigo de Cipriano.
La otra mujer reconoció a Viviana; su expresión se tornó incómoda, pero, aun así, sonrió cortésmente.
Viviana se quitó el abrigo y se sentó. Poco después, Julia salió del salón.
Tomó un sorbo de la bebida que le habían servido y, poco a poco, las risas y las voces animadas del otro lado del biombo llegaron hasta sus oídos. De manera inesperada, la conversación giró hacia ella.
—Últimamente Cipriano ya no trae a Viviana cuando sale con nosotros.
—Pues bastante obvio, la señorita Susana es joven y dulce. Ahora la lleva a todas partes y la consiente muchísimo.
—Finalmente Cipriano cambió de gustos después de tantos años.
—Viviana puede ser muy hermosa, pero después de ocho largos años, debe estar aburrido de acostarse siempre con la misma.
—Además, es una boba caída del zarzo; estuvo con Cipriano tanto tiempo y al final se quedó sin un centavo. Si Cipriano ya no la quiere, yo podría consentirla. Llevo muchos años deseando esa cinturita...
...
Del otro lado, la mirada de Viviana se tornó fría como el hielo.
Reconoció a la perfección las voces de dos de aquellos hombres; eran amigos cercanos de Cipriano, quienes siempre la saludaban con respeto llamándola "cuñada".
La mujer que estaba sentada junto a ella incómoda bajó la cabeza, sin atreverse a mirarla. Cuando vio que Viviana se levantaba, pensó que saldría huyendo, avergonzada.
Pero en vez de eso, Viviana aclaró la garganta, tomó con tranquilidad su bebida y caminó hacia el biombo. Al llegar se apoyó relajada en él, y con voz calmada y desafiante se sumó a la conversación: —Caballeros, eso que dicen no es del todo justo. Cuando Cipriano comenzó conmigo era solo un chico sin experiencia sentimental ni sexual alguna. ¿Acaso no soy yo quien ha disfrutado de ocho años de beneficios?
El salón quedó al instante sumido en absoluto silencio.
Todos los allí sentados en el sofá la miraron aterrorizados.
Justo cuando ella terminó de hablar, dos tipos altos y elegantes entraron en el salón.
Todos miraron primero a Viviana, luego hacia las figuras que aparecían detrás de ella...