Capítulo 18
Dolores, al ver que Viviana no respondía, carraspeó: —A las siete de la noche. Si no vienes, quedará en el millón de dólares que acordamos inicialmente.
Dicho esto, colgó sin esperar una respuesta.
Viviana alejó el celular de su oído, mirando la pantalla algo pensativa.
Recordó las palabras de Rosa... ¿iría a armar un escándalo en los últimos dos días?
Su relación con Dolores siempre había sido tan fría y distante. Desde el principio, Dolores había despreciado su origen familiar, había obstaculizado su relación amorosa en numerosas ocasiones y, durante los cuatro años de matrimonio, no le permitió vivir en la casa de los Guzmán. Incluso en las reuniones familiares, sus comentarios eran siempre fríos y sarcásticos.
Más allá de todo eso, no había hecho nada más.
Esta cita, tal vez, era para lo mismo: un intento de intimidarla, estabilizar su estado emocional y de paso actualizar el acuerdo de compensación.
Al principio, Viviana estaba considerando no asistir, pero una hora más tarde, Enrique envió otro mensaje: —Señorita Viviana, ¿cuál es entonces su decisión?
...
Viviana apretó con fuerza los labios.
Esto ya parecía un interrogatorio más que otra cosa.
Si no fuera por no querer ser descortés, habría dejado el traje con el administrador del edificio para que se lo entregara, dado que él vivía en el piso superior.
Después de pensarlo por un rato, y como ignorar el mensaje también parecía algo inapropiado y ofender a David no le convenía para nada
¿y si devolvía el traje y de paso veía a Dolores?
Decidida, le respondió a Enrique: —Está bien, ¿a qué hora sería conveniente?
Enrique respondió enseguida: —A las ocho.
...
Viviana se maquilló sutilmente y se cambió de ropa antes de ir a casa de sus padres.
El incidente días atrás, cuando Cipriano la confrontó en la entrada del complejo, la hizo darse cuenta de que estaba siendo seguida. En los días siguientes, había notado un auto algo misterioso fuera de su casa, lo que confirmaba sus sospechas.
No había conducido mucho cuando el teléfono de Cipriano de repente sonó: —¿Estás tomando una siesta?
Qué trampa tan evidente.
Viviana soltó un gruñido: —Estoy conduciendo, voy a casa de mis padres.
—¿A dejar el traje?
—Sí.
Viviana echó un vistazo al traje en el asiento del copiloto.
Cipriano, al ver que no mentía, colgó, pero al mismo tiempo instruyó a su informante para que la siguiera hasta la casa de los padres de ella.
Viviana llegó al complejo donde vivían sus padres.
Ambos eran profesores universitarios ya retirados. Cuando llegó, su padre no estaba, pero su madre Isabella Díaz se sorprendió al verla a esa hora: —¿No trabajas hoy?
—He tomado el día libre, tengo un pequeño resfriado. —Viviana se tocó distraída la garganta y tosió un poco para hacerlo más creíble.
—No sabes cuidarte, mira cómo has adelgazado. ¿Cipriano no te trata bien? —Isabella tocó la cara de Viviana mientras le decía esto.
Entre madre e hija había un fuerte vínculo emocional, y a pesar de los esfuerzos de Viviana por ocultar la verdad, su madre podía sentir con claridad que algo no estaba bien.
—Si no me tratara bien, ya lo habría dejado. —Bromeó por unos minutos Viviana.
Isabella no respondió.
Viviana cambió enseguida de tema y comenzó a hablar de otras cosas con Isabella. Planeaba contarles sobre el divorcio solo cuando todo estuviera decidido, para evitar que se preocuparan innecesariamente.
Después de cenar en casa de sus padres, se cambió de ropa y les dijo que había quedado de reunirse con unos amigos y volvería más tarde; pasaría la noche allí.
En el ascensor, se puso una máscara y un sombrero. Bajo la vigilancia de su seguidor, salió apresurada del complejo.
...
Al llegar al Hotel Mirador del Mar, todavía no eran las siete.
El exterior era algo antiguo y elegante, mientras que el interior destacaba por su discreto lujo.
Viviana dejó su traje en la recepción y luego llamó a Dolores para informarle que ya había llegado.
Pronto, alguien salió a recibirla y la llevó por un recorrido dentro del hotel hasta llegar a una sala, donde le abrieron la puerta.
Viviana entró.
El interior era una amplia cafetería, iluminada con velas aromáticas y lleno el aire de un entrelazado aroma de café y jazmín.
Dolores llevaba puesto un vestido de terciopelo verde oscuro, sentada con elegancia y autoridad total.
—Siéntate. —dijo ella, levantando ligeramente la barbilla.
—¿No que íbamos a firmar el acuerdo de compensación? ¿Dónde está el acuerdo? —Viviana no quería seguirle el juego y se dirigió directo al grano tan pronto como se sentó.
—¿Qué tanta prisa hay? Toma un café primero y charlamos despacio de esto.
Viviana arqueó una ceja sospechosamente.
Miró el café frente a ella, lo levantó y lo examinó cuidadosa: —¿No será que está envenenado, verdad?
Dolores sonrió con picardía: —Si temes que esté envenenado, mejor no lo bebas.
Viviana puso la taza abajo, alejándola: —Mejor no bebo, sabes lo pensé bien y tienes razón.
...
Dolores forzó otra sonrisa sarcástica, intentando comenzar otra burla: —Al fin y al cabo eres de clase baja...
—Ya basta, esas estúpidas frases trilladas, ¿no te cansas de ellas? Si vamos a tratar asuntos serios, tratémoslos y punto. Deja de decir tantas tonterías. —Viviana interrumpió sin cortesía.
Dolores palideció de ira.
Sacó el acuerdo y lo empujó hacia Viviana: —Firma esto.
Viviana lo tomó y lo revisó cuidadosa página por página.
Solo era cuestión de la compensación, una página habría sido suficiente, pero había más de diez páginas llenas de un poco de palabrería innecesaria. Estaba claro que intentaban que no lo leyera detenidamente.
Después de leerlo con detenimiento, Viviana puso el contrato sobre la mesa sin alterarse: —Necesito revisar este contrato con mi abogado. Te daré una respuesta mañana al mediodía.
—Si hay problemas, dímelo de inmediato y lo modificaré.
—¿Así que se puede modificar si yo lo pido? ¿Qué tal si redacto entonces una nueva versión?
—Eso no puede ser, tiene que ser según mi versión. —Dijo enfurecida Dolores
Viviana se reclinó con calma: —Acabas de decir que podrías hacer modificaciones, ¿y ahora dices que tiene que ser según tu versión? ¿Qué significa eso?
Dolores: —Significa que hoy tienes que firmar antes de poder salir.
Viviana no se enojó demasiado.
Pretendió considerarlo un momento más: —Entonces, voy a salir a hacer una llamada a mi abogada, si ella dice que está bien, firmo de inmediato.
Se levantó y salió con el contrato en mano.
Al salir, se marchó apresurada sin mirar atrás.
Tenía una sensación inquietante; esas cláusulas escondidas entre las páginas la habían hecho sentir un terrible escalofrío mientras las leía, como una que decía: si había una relación inapropiada con una persona del otro sexo antes del divorcio, el acuerdo se anularía automáticamente.
Aunque no parecía gran cosa, era extremadamente alarmante al pensar detenidamente...
Ella no tenía relaciones inapropiadas, pero tales cosas podían ser objeto de falsas acusaciones.
Había sobreestimado la conciencia de la malvada Dolores.
En la cafetería.
Dolores sacó su celular y llamó: —Ya se fue, y se llevó el contrato. Susanita, ¿en realidad puedes ayudarme a ahorrar en esta compensación de divorcio?
—Señora Dolores, no te preocupes, todo está arreglado. Garantizo que la familia Guzmán no gastará ni un centavo y ella no se atreverá a extorsionarte de nuevo.
—Eso es excelente, Susanita, realmente eres bastante capaz. Ahora todo depende de ti.
—No hay problema, señora Dolores, eso déjamelo a mí.
Colgaron el teléfono.
Dolores se sintió aliviada y complacida mientras tomaba un sorbo de café.
Pensando en que podría anunciar sin preocupaciones la alianza entre la familia Guzmán y la familia Herrera en la cena benéfica que había organizado para la noche siguiente, se sentía feliz.
En cuanto a Viviana, aunque no sabía muy bien qué trucos usaría Susanita, estaba bien que sufriera un poco.
En otro lugar, Susana sostenía su celular, sus ojos brillaban con malicia.
¡Esta noche sería el fin de Viviana!