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Capítulo 5 El acuerdo de divorcio

Para Deirdre, la sensación de ardor en la piel no era nada comparado con el dolor que sentía en el corazón. Charlene había empezado a llorar a sollozos, pero en lugar de enfadarse, Brendan hizo una mueca de compasión. Deirdre se dio cuenta de que él no odiaba ver llorar a las mujeres en general. Solo odiaba verla llorar a ella. Deirdre se puso en pie con gran dificultad. "No fui... No fui yo", declaró débilmente, mostrando a Brendan su mano ampollada. "El agua derramada... ¿Vez? Todo acabó aquí...". "¡Vete a la m*erda!". Bramó Brendan. Le apartó la mano herida de un manotazo. Ella jadeó y casi se desmayó de dolor. Brendan pensó que estaba actuando y dijo: "No tienes voz ni voto, z*rra. Deberías alegrarte de ser tú la que ha salido quemada. Si Lena hubiera resultado herida, no te habría matado sin más, ¡me habría asegurado de que sufrieras durante días antes de que finalmente murieras!". "¡Lárgate de aquí!". Deirdre se dirigió a la puerta. Por el rabillo del ojo, pudo ver la alegría en los ojos de Charlene. "¿Bren? Basta, ¿vale? Hizo lo que hizo porque te quiere", dijo Charlene. "Ya llevan dos años casados. No quiero ser la cuña en esta relación". "¿Relación?", se burló Brendan. "¡No hay ninguna relación, y seguro que no hay amor en nada de esto! ¡Lo único que debería hacer ahora que estás despierta es largarse de aquí! Jesús... ¡Solo consiguió ser una rica ama de casa durante dos malditos años porque mi familia no estaba de acuerdo con nuestro matrimonio!". La puerta se cerró tras Deirdre, amortiguando lo que viniera después de su diatriba. Lo único que la acompañaba era el espasmo de dolor en el pecho. Avanzó dos pasos antes de que una oleada de mareos y náuseas -ambos efectos de la donación de sangre forzada- cayeran sobre ella. Incluso caminar se había convertido en una tarea difícil, y rompió a llorar. Regresó a la planta baja y se hundió en el sofá. Pasó el tiempo, pero Deirdre perdió la noción de cuánto había transcurrido hasta que Brendan finalmente bajó las escaleras y arrojó unos papeles sobre la mesa. "Firma". Sus ojos captaron el titular: "Acuerdo de divorcio". Se quedó paralizada, levantó la cabeza y preguntó: "¿No prometiste... que no nos divorciaríamos hoy?". A Brendan le estalló la impaciencia. "¿Y qué? ¿Darte más oportunidades de hacerle daño a Lena? Solo quiero que te vayas a la m*erda lo antes posible. No podemos empezar de nuevo sin ti fuera de escena". Sintió punzadas de dolor en el dorso de la mano. ¿Quién demonios era el que había acabado herido? Sin embargo, ya no importaba. Deirdre tomó el acuerdo y leyó cada cláusula y cada artículo. Desde luego, Brendan no era ningún tacaño: le ofrecía una residencia de lujo y 1,4 millones de dólares. La única norma que debía cumplir era la promesa de no volver a aparecer nunca por Neve. "El acuerdo es justo. No me opongo a firmarlo", declaró mirando a Brendan. "Con una sola condición, eso sí". Se llevó la mano al abdomen. Cuando volvió a hablar, su voz sonaba resuelta. "No necesito ninguna compensación -ni la casa, ni el dinero- para aceptarlo. Llevenselos. Lo único que quiero es que el bebé nazca en paz. Si aceptas, Bren, haré las maletas ahora mismo y saldré de tu vida para siempre". Brendan no intentó ocultar su disgusto. "¡Por el amor de Dios! ¿Todavía sigues con esa ilusión?". Ella le dedicó una sonrisa cansada y desganada. Se equivocaba, ella no era en absoluto ilusa. Sabía que se quedaría sin nada en cuanto saliera de casa. Este bebé era lo único que le quedaba y haría lo que fuera para salvarlo. "Puedes pensar en mí como quieras". Deirdre suspiró profundamente. "Lo único que te pido es que añadas esta condición al acuerdo, y haré las maletas y me marcharé inmediatamente. No apareceré por Neve en veinte años. Pero si decides negarle incluso esta pequeña bondad a mi hijo, Bren... Entonces no firmaré nada en absoluto. Incluso haré pública mi actuación como Charlene McKinney y se lo contaré a toda tu familia". Brendan la asfixió de inmediato, con la furia brillando en sus ojos negros. "¡Cómo te atreves a amenazarme, McKinnon!". Deirdre se obligó a ignorar la punzada en el corazón y cerró los ojos. "No. Solo quiero que sepas que me estoy esforzando al máximo por mi hijo". "¡M*erda! Qué j*didamente noble eres, ¿verdad?", se mofó mientras la soltaba de su agarre. La miró con puro y feo asco. "De acuerdo. Le dejaré vivir. Pero recuerda lo que te digo, Deirdre McKinnon: si incumples alguna de las malditas normas, haré que tanto tú como tu hijo deseen estar en el infierno". Firmó los papeles y se los puso a Deirdre en la cara. La pobre mujer intentó recogerlos, pero el dolor que sentía en la mano se lo impidió por un instante. "¿Y ahora qué, reina del drama?". Brendan gruñó. "¿Buscando una nueva excusa para no firmar?". "No". Bajó la cabeza, soportó el dolor en silencio y firmó los papeles rápidamente. Fue un momento breve, pero Brendan vio su mano dolorida y llena de ampollas. Tenía muy mal aspecto y, durante ese milisegundo, se dio cuenta de que ella no había actuado en absoluto. Pero ese momento de compasión pasó. Se dijo a sí mismo que se lo merecía por intentar hacerle daño a su amada. "¡Recoge todas tus cosas hoy y lárgate de aquí en cuanto termines!", le ladró. "¿Si estás pensando en montar una escena o hacer algún truco nuevo? No lo hagas. Steven te vigilará hasta que se asegure de que estás fuera de este país". Deirdre asintió, y Brendan prácticamente salió corriendo del vestíbulo con el acuerdo en la mano. Estaba impaciente por que Steven lo tramitará. La emoción ante la perspectiva de su divorcio se le reflejaba en la cara. Deirdre soltó una carcajada y se fue a su habitación. Era hora de hacer las maletas, pero en realidad ella nunca había tenido posesiones. Lo único que había tenido cuando se convirtió en la señora Brighthall era amor, un tonto enamoramiento más que cualquier otra cosa. Tenía muy pocas cosas. Después de rebuscar en su habitación, lo único que metió en la maleta fueron dos conjuntos de ropa. Sonriendo para sí misma una vez más, abrió la puerta de un empujón, dispuesta a despedirse de esta vida. Entonces, se dio cuenta de que su teléfono no estaba con ella. ¿Se le había caído en la habitación de Charlene mientras la obligaban a donar sangre? Dejó la maleta y se dirigió a la segunda planta. Sin embargo, justo antes de abrir la puerta, oyó hablar a Charlene. Su mano se congeló y las yemas de los dedos se apoyaron en el pomo metálico. "No sé cómo la encontró Brendan, pero te juro que estuvo demasiado cerca. Gracias a Dios que no se enteró de nada en los últimos dos años. Te lo digo, ¡podría haberse enterado de mis cirugías faciales de hace seis años!". ¿Cirugías faciales? ¿Charlene se había operado antes? "Me costó un poco, pero conseguí echarla de casa tan pronto como pude. Lo último que quiero es que Brendan se dé cuenta de que no fui yo quien lo salvó del incendio. Brendan es agradable y todo eso, ¿pero ese otro lado de él? Dios, ¡me haría pasar un infierno si lo supiera!". "He terminado. Estoy harta de la m*erda que he tenido que sufrir, de los obstáculos por los que he tenido que pasar... ¡Estoy harta! Le estaba tomando la p*ta mano, hablando de casarse con ella y hacerla su esposa, ¡¿de acuerdo?! Y yo... no. Que se j*da, que se j*da, no. Por eso hice que me cortaran la cara para que se pareciera a la de ella. ¡Tiene que creer que fui yo quien lo salvó, no esa zorra que apareció de la nada!". "¿Sabes cuánto he sacrificado por esto? ¡Perdí mi verdadera cara por esto! Y ahora, este es el último paso que tengo que dar. ¡Es todo o nada! ¡No dejaré que la maldita Deirdre McKinnon me robe lo que se supone que es mío! ¡Sí, no te quedes ahí sentado! ¿Quieres dinero? ¡Mueve el c*lo y acaba con esa z*rra de una vez por todas! ¡Está embarazada de él, por el amor de Dios! ¡No se irá de esta ciudad con esa cosa dentro de ella! No lo permitiré". Los ojos de Deirdre se abrieron de par en par, incrédula. Todo este tiempo había pensado que Brendan se había olvidado de la promesa que le había hecho en su delirio posterior al rescate. Pensó que se había dado cuenta de que, después de todo, se había enamorado de Charlene. Pero la verdad era que ¡le había robado a Deirdre el lugar que le correspondía! El shock hizo que su mente se quedara en blanco. Tropezó hacia atrás y se estrelló contra la barandilla que tenía detrás. "¿Quién c*ño...?". Charlene abrió la puerta de golpe y se encontró mirando fijamente a Deirdre. Se quedó inmóvil antes de decir: "No has oído nada, ¿verdad? Solo estaba bromeando con mi amiga. No era real". Deirdre la fulminó con la mirada y le temblaban los labios. "¿Cómo...? ¡¿Cómo te atreves?! ¿Cómo te atreves? Lo que hay entre Brendan y tú no es amor verdadero. Pasaste por múltiples cirugías para parecerte a mí, ¡para que él pensara que fuiste tú quien lo salvó hace seis años!". ¡Deirdre había creído que ella era la impostora durante dos años! ¡Dos años! Charlene entró en pánico. "¡No, lo has entendido mal! Yo lo amo. ¡Nuestro amor es real!". "¡¿Qué tal si intentas convencerle tú misma?! Porque le diré la verdad". Deirdre rugió. Le hervía la sangre. Se dirigió hacia las escaleras, con los pasos acelerados por la adrenalina. Charlene se levantó de un salto y la persiguió. Cuando Deirdre se acercaba al final de la escalera, la desesperación de Charlene se transformó en un horrible pensamiento. Sus ojos se endurecieron y la empujó con todas sus fuerzas. "¡Ahhhh!". Deirdre sintió que su peso la tiraba hacia delante. Instintivamente se cubrió el abdomen con las manos, pero el resto de su cuerpo respondió a la llamada de la gravedad y cayó en picado. Su cabeza golpeó de lleno contra el frío y duro suelo, y el dolor la cegó temporalmente. Durante un rato, su cuerpo se negó a moverse. Observó cómo Charlene bajaba las escaleras antes de fulminarla con la mirada. "¿No puedes ser feliz viviendo el resto de tu estúpida vida en los barrios bajos? ¿Por qué c*ño tuviste que robarme a Brendan? Estúpida z*rra. ¿De verdad crees que te creerá si le dices la 'verdad'? Sé realista, cariño. Para él, no eres más que una z*rra pegajosa y delirante que no sabe cuándo parar". La oscuridad se apoderó de Deirdre. Cuando despertó un rato después, la cabeza le palpitaba. La sangre del suelo se había secado. ¿Cuánto tiempo había pasado? No tenía ni idea. No había nadie en la sala de estar. Sentía como si todas sus fuerzas la hubieran abandonado. Sintió náuseas, pero recordó lo que había querido hacer. Brendan no tenía ni idea... ¡Brendan no tenía ni idea de la verdad! Recuperó fuerzas de una fuente desconocida y las utilizó para levantarse temblorosamente del suelo. Brendan siempre la había amado. La única razón por la que él no lo sabía era porque lo habían engañado. Nunca había olvidado su promesa.

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