Capítulo 6

Era muy tarde cuando Rosa regresó a casa. Al llegar, vio a Mario parado frente a la puerta. Su rostro mostraba una expresión ambigua, como si la estuviera esperando. Al acercarse, pensaba preguntarle qué sucedía, pero antes de que pudiera hacerlo, fue interrumpida por su voz fría y tajante. —Rosa, ¿puedes dejar de hacerle la vida difícil a María? Si no te gusta, solo dilo, ¿por qué tienes que acosarla en el estudio de danza? Agotada y abrumada, al escuchar esas palabras, Rosa sintió una oleada de emociones complejas que la inundaron: injusticia, tristeza, impotencia. No necesitaba adivinar; estaba claro que María había distorsionado la realidad ante él. Rosa no intentó dar explicaciones, simplemente lo esquivó y se dirigió a su habitación. Desde ese momento, se mostró más indulgente con María. Esto hizo que María se sintiera aún más satisfecha y se limitara a firmar su asistencia en el estudio de danza antes de irse. Mientras otros deseaban confrontarla, Rosa los detenía con un gesto de su cabeza. Era responsabilidad de María pasar la evaluación de danza; de no hacerlo, sería expulsada del grupo. Además, Rosa ya no tenía tiempo para seguir enseñándole. Pensó que con esto terminaría la situación, pero nunca imaginó que Mario volvería a buscarla para pedirle que le cediera su puesto de primera bailarina a María. Al principio no entendió lo que le estaba pidiendo, pero cuando él lo repitió, finalmente lo comprendió. Rosa levantó la mirada y lo miró fijamente, sus ojos llenos de ira: —¿Me estás pidiendo que le ceda el puesto de primera a María? Trató de controlar sus emociones, pero su voz tembló. Mario no percibió su agitación, simplemente respondió fríamente: —Después de todo, ella es tu cuñada. Además, es solo un puesto de primera bailarina, ¿realmente es tan importante? ¿Solo un puesto de primera? ¿Es tan importante? En ese momento, Rosa ya no pudo contener más sus emociones. —Mario, hace cinco años, cuando descubriste que me gustaba la danza, fuiste tú quien me contrató a los mejores profesores. —Hace cuatro años, cuando gané mi primer trofeo de danza, fuiste tú quien se desveló toda la noche para celebrarlo conmigo. —Hace tres años, cuando logré la posición de primera y fui rechazada por los demás miembros del grupo, fuiste tú quien me apoyó y me animó a seguir adelante, sin importar lo que pensaran los demás. —Y ahora, me pides que renuncie al puesto de primera que he estado preparando durante un año para dárselo a María. ¡Sabes perfectamente lo que la danza significa para mí! Rosa apretó los dedos contra la palma de su mano, su voz se quebró al final de su discurso y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. Al ver su rostro lleno de lágrimas, el corazón de Mario se apretó, como si algo lo estrangulara. Recordó aquellos años en el estudio de danza, la vio caer y levantarse una y otra vez. Apresó su mano con fuerza y, al final, no dijo nada más, simplemente se dio la vuelta y se alejó en silencio.