Capítulo 50
Desde aquella noche de hace dos años, Salvador ya no era la persona que Adriana conocía.
Él seguía siendo un buen hombre, pero su bondad ya no le pertenecía a ella.
Pensando en esto, la mujer no pudo evitar soltar un suspiro bajo.
Ese suspiro despertó a Salvador.
Cuando abrió los ojos, se encontró con la mirada perdida y desolada de Adriana. Sus ojos, aún somnolientos, la observaban con cierta curiosidad antes de que él sonriera: —Señora Silva, ¿es divertido espiarme tan temprano en la mañana?
Esa sonrisa contrastaba fuertemente con el hombre despectivo que la había atacado verbalmente la noche anterior.
Adriana desvió rápidamente la mirada y se levantó de la cama.
Mientras se ponía las zapatillas, la voz grave de Salvador resonó de nuevo en sus oídos: —Ahora empiezo a creer que realmente te gusto, por mi cara.
Ella lo ignoró y rápidamente se dirigió al baño.
Salvador, al observar la forma en que ella se alejaba, como si estuviera huyendo, se sintió de muy buen humor
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